Lucha Aymar: «Mi autoexigencia me hizo sufrir bastante»

Lucha Aymar: «Mi autoexigencia me hizo sufrir bastante»

luchaymarA punto de cumplir 33 años, se prepara para participar del mundial en su ciudad. La mejor jugadora del mundo de hockey se confiesa a 7 DÍAS: «No logré disfrutar de todo lo que conseguí porque siempre pienso y miro para adelante».

No son muchos los deportistas que logran maradonizarse. Apenas un puñado de elegidos que nacieron con un don y que pudieron desarrollarlo a base de sacrificio y esfuerzo. Luciana Aymar, por caso, es «La Maradona del hockey». Pero su elevación al rango de deidad no es sólo una mirada subjetiva. «Lucha» es la número 1 por capacidad y por resultados. Es la única jugadora en la historia de este deporte en ser elegida 6 veces la Mejor del Mundo, y además 3 de ellas en forma consecutiva (2007, 2008 y 2009). Acaba de ganar el Champions Trophy, fue elegida mejor jugadora de ese torneo, se encuentra en plena preparación para el mundial que se disputará en Rosario a partir del 29 de agosto, está a escasos días de cumplir 33 años (el 10 de agosto) y se acaba de lanzar una biografía suya. Casi nada, ¿no?

Por eso, y por mucho más, es también consciente de que su nombre, su cuerpo y su cara traspasaron las fronteras deportivas para instalarse en otros ámbitos. Igual que el ahora ex DT de la Selección nacional, tan cascoteado por estos días, al que ella tanto idolatra y con quien pudo disputar un partido de fútbol tenis cuando el astro se calzó el traje de conductor televisivo. El mismo al que le debe su apodo y que mantuvo la complicidad para preguntarle a ella –sí, Maradona a Aymar– qué se sentía ser un (una) número 1.

No muchos pueden responderlo, pero ¿qué se siente ser Maradona?

No me puedo poner en la piel de él. Muchas veces se me coloca en su lugar, pero en lo deportivo fue Dios y nunca hubo otro igual. Diego es una persona que no puede salir a la calle solo, hoy por hoy todo lo que hace tiene resonancia distinta. En lo deportivo sí se puede aplicar a mí.

Hablemos de lo deportivo. ¿Qué se siente?

Trato de disfrutarlo al máximo. Tiene cosas buenas y cosas malas. La gente va a ver jugar a tu equipo, pero también sabés que te van a ver a vos jugar como un extra, que pagan una entrada para verte. Te reconocen por la calle, y la confianza es más grande. Llegar a ser número 1 le gustaría a cualquiera.

¿Es algo que se sueña en la niñez?

Cuando era más chica aspiraba a jugar en la Selección, nada más. Si te conformás con los logros te ponés un techo y no avanzás. Todos tenemos un talento, pero si te quedás en el talento, si no lo pulís para ser el mejor, te estancás.

¿Y lo malo?

Lo malo es que llevás la gran carga, una mochila extra al tener que rendir de determinada manera. Cuando jugás, cuando hablás, cuando te movés. A mí me costó al principio de mi carrera, pero haciendo terapia supe manejarlo. Hoy no me modifica la presión. Juego tranquila.

La referencia psicoanalítica aparece recurrente en sus palabras. «Lucha» hace análisis para progresar como profesional y también en lo personal. «Para mí la terapia fue clave y considero que es fundamental para cualquier deportista de alto rendimiento, porque todo el tiempo te estás preocupando por mejorar», analiza, y enumera una cantidad de actividades que agotan los músculos de solo escucharla. Todos los días Las Leonas entrenan en doble turno, y si se quiere narrar esta historia desde la veta sacrificada, vale decir entonces que la rosarina viajó hasta el año 2004 desde su ciudad a Capital para practicar tres veces por semana y en micro; a la exigencia física hay que sumarle los compromisos adicionales. De hecho, Aymar brinda esta entrevista recién llegada de una visita protocolar a la Casa Rosada, donde junto con sus compañeras se reunió con la Presidenta. Con Cristina Fernández de Kirchner son 3 los primeros mandatarios que quisieron conocerla. Sin cenar y con dos entrenamientos encima, dan ganas de convidarle un plato de sopa. «No tenemos tiempo ni para ir a la peluquería», bromea.

Tal vez por su experiencia en psicoanálisis, quizás por pura percepción, en una de esas por experiencia. Aymar define a los deportistas de alto rendimiento como «egoístas», y puede fundamentarlo: «Te formás de una manera muy egoísta, pero recién te das cuenta en la vida cotidiana, en relación con tu familia, con la pareja, con los amigos. Como tenés éxito en lo deportivo querés tenerlo en otros ámbitos de la vida y eso te lleva a pensar más en vos».

¿Es muy autoexigente?

Muy. Tengo la misma autoexigencia que tenía a los 18 años. No logré disfrutar de todo lo que conseguí porque siempre pienso y miro para adelante. También la personalidad me ayudó a ganar un montón de cosas, es cierto. Me pasa en todos los aspectos de la vida; por un lado esta buenísimo porque me exijo, pero sufro bastante.

¿Cómo es perder para alguien tan acostumbrado a ganar?

Es muy duro perder. Una se exigió tanto y tiene el éxito tan metido en la cabeza que se entrena sí o sí para ganar. No alcanza con participar. Ojo, viví torneos a los que íbamos a ver cómo nos iba, pero ahora vamos a ganar. Para mí es muy frustrante no llegar a la final.

¿Es cierto que suele soñar jugadas y situaciones de partido?

Sí, me sigue pasando como cuando era chica. Por ahí al momento de dormirme sueño que mi compañera de cuarto me pega bochazos en la cara. También jugadas defensivas, córners cortos. Una variedad importante (risas).

Mujer exitosa, joven, bonita, que no le teme a las cámaras de fotos ni a las declaraciones periodísticas. Es la presa perfecta para aquellas mentes fértiles que se dedican a inventar romances a mansalva. A punto de cumplir los 33, las presiones sociales la empujan al casamiento, a los hijos (si es posible 2, una nena y un nene) y al labrador color café con leche.

¿Por qué a las treintañeras exitosas se las presiona tanto con la maternidad y el casamiento?

Ojo con eso, porque me ayudó bastante la sociedad. Pensá que antes se casaban a los 22 (risas). Me encantaría formar una familia y encontrar al hombre ideal. Seguro, ¿cómo no? Después veré si me caso o no. Lo que pasa es que siempre elegí el deporte por sobre todas las cosas. En este momento estoy soltera y sin apuro.

Bueno, siempre hay tiempo de inventarle algún romance. Experiencia tiene.

Sí, es cierto, pero no me inventes nada por favor (risas). Cuando sos conocida es parte del juego. El problema es que tal vez me inventan algo con algún casado, y no quiero tener ningún problema.

¿Se acostumbró a que le inventen amoríos?

Sí, me acostumbré a que me inventen romances. Al principio fue muy difícil de manejar. Por ahí decían que había salido con alguien a quien directamente no conocía. Me cruzaba a alguien en un evento y al otro día resulta que estaba casada y conviviendo con esa persona. Aprendí a cagarme de risa.

¿Cuál fue el romance más raro que le atribuyeron?

(Piensa.) Con el «Ogro» Fabbiani. Además, él es casado, nada que ver. Cuando sos chica tus papás te dicen que mires a los dos lados al cruzar la calle. Bueno, cuando sos conocida tenés que mirar para los dos lados por si hay algún periodista.

Uno de los estereotipos que destrozó Luciana Aymar es ése que asegura que las mujeres deportistas de elite tienden a masculinizarse. Por el contrario, con el correr de los años «Lucha» se volvió cada vez más sexy y femenina, hasta el punto de llegar a posar con transparencias. El punto de quiebre fue cuando decidió aumentarse el busto, una decisión que celebra a diario. Una oportuna lesión en la rodilla la obligó a mantenerse alejada de las canchas durante tres meses, lapso en que aprovechó e hizo dos por uno en quirófano. «Tuve el momento justo para hacérmelas porque estaba lesionada. Sería una idiotez negar que me operé las lolas –se sincera–. Si te operás es por una necesidad estética. Hay mujeres que se sienten bien como están, eso depende de cada una».

¿Le abrió otras puertas?

Puede ser, siento más confianza con mi físico. Igual nunca tuve complejos. Estoy feliz con mi decisión y si hay mujeres que están en la duda, se lo recomiendo. También renové mi guardarropa. Antes por ahí usaba cosas más escotadas, no me fijaba tanto. Ahora que tengo para mostrar me agarra más pudor.

En la biografía que acaba de editar Aguilar, llamada Corazón de leona, se narra el momento en que una amiga de Nilda, mamá de «Lucha», hojeó una revista de actualidad en la playa y la codeó para mostrarle qué linda estaba su hija, que mostraba sus virtudes debajo de un traje de baño transparente, con la cabeza ladeada y el pelo mojado. Sensualidad a tope. «¡Ay, mirá qué linda!», exclamó un tanto desentendida la madre de la crack. Cuando se le recuerda la anécdota, Aymar se limita a sonreír, pero no le escapa a los desafíos.

Después de esa producción. ¿Para cuándo la tapa de Playboy?

Vienen nenitas a pedirme autógrafos y yo voy a estar apareciendo desnuda por ahí. No da. Tuve compañeras de Holanda y de Alemania que lo hicieron. Cuando me llamaron de la revista ofrecí hacerlo pero con bikini, pero con bikini salgo en todos lados, así que no les sirvió.

Aymar también tiene su veta histriónica, que pudo despuntar calzándose el traje de conductora de tevé en la señal deportiva Fox. Y está convencida de que su futuro está más cercano a un set de televisión que a una cancha de césped sintético. «Me gustaría ser actriz o conductora», determina, y se le recuerda una nota que dio hace 10 años, en la que afirmaba que en 2020 se veía como profesora de Educación Física. «Es imposible que me vea de esa forma, aunque en 10 años supongo que habré cambiado bastante –concede–. Si me preguntás hoy cómo me veo de acá a 10 años te respondo que me veo bailando. Me gusta la tele, me gusta la conducción y la actuación».

¿Una futura vedette quizás?

No, ni loca. Bah, no todas las vedettes saben bailar y cantar, así que puede ser.

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