La íntima obsesión de Silvina D’Elía y Rosario Luchetti en sus regresos a las Leonas

La íntima obsesión de Silvina D’Elía y Rosario Luchetti en sus regresos a las Leonas

El alto rendimiento también son los abdominales de Rosario Luchettiy la musculatura de brazos y piernas de Silvina D’Elía. Las dos chicas están esculturales en sus respectivos regresos a las Leonasdespués de una serie de renuncias y retiros que las quitaron de los primeros planos. Llama la atención lo bien que volvieron Charito (34 años) y Pity (32), cuando parecía que las dos ya habían pasado a la historia grande de la selección. Lucen impecables físicamente y conectadas con el juego, como se está observando en la novedosa Pro League.

Por diferencias con los dirigentes de la Confederación Argentina de Hockey, Luchetti dio el primer portazo en julio de 2014, volvió para jugar el Champions Trophy de Mendoza de aquel año y se retiró a principios de 2015. D’Elía, en cambio, se fue y retornó más veces durante aquellos años de cortocircuitos y malhumores: hizo un último intento durante el ciclo de Agustín Corradini a mediados de 2017, pero su intención no prosperó. A fines del año pasado, ambas fueron rescatadas por Carlos Retegui, el DT que las sacó campeonas en el Mundial de Rosario 2010 y medallistas de plata en los Juegos de Londres 2012, entre otros lauros. Ahora, quieren consagrarse en la última estación: Tokio 2020.

-¿Cómo se vio todo desde afuera?

-Luchetti: En realidad bien, siempre seguí a las chicas como una ex jugadora e hincha: sufriendo cuando perdían y también cuando ganaban. Claro que extrañaba la adrenalina de jugar en la alta competencia, algo normal para cualquiera que vistió la camiseta argentina y se retira. Pero en su momento me fui totalmente tranquila y muy convencida de mi decisión. En ese período afuera aproveché para entrenar a equipos de mi club, Belgrano Athletic y además retomé mi carrera de corredora inmobiliaria que todavía no pude terminar. Y después, de todo: cumpleaños, eventos, festejos, todas esas cosas que en la selección estás obligada a dejar de lado. Aprendí a vivir de manera diferente, con más tiempo libre.

-D’Elía: Al principio no estuve tan pendiente de las chicas. Me fui a principios de 2015 y obviamente vi los partidos de los Juegos Olímpicos de Río. Después me tocó mirar de afuera el Mundial 2018. Pero siempre quedás de alguna manera ligada al seleccionado, porque es parte de la vida de una. En estos tres últimos años disfruté de cosas que no había podido al integrar el plantel, como asistir a distintos eventos o ir más seguido de visita a Mendoza para ver a mi familia. Además empecé un curso de coaching ontológico a distancia y estuve trabajando como entrenadora de divisiones inferiores en SITAS, Cissab y GEBA. Pero siempre estás vinculada con esta camiseta: la relación entre una jugadora y su seleccionado nunca se va a romper.

-Si revisan hacia atrás, solo les quedó pendiente la conquista de una medalla olímpica dorada. Ya tienen una carrera hecha: ¿Qué las impulsó a volver?

-Luchetti: A mí me tentó, me motivó y me incentivó el proyecto. Sobre todo que esté al frente Carlos Retegui, que es un entrenador muy ganador y quien me llevó a lograr varios títulos con las Leonas. Además, me interesó el desafío en sí. La verdad es que cuando charlé con él me transmitió esas ganas de ganar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y te convence muy fácil por la manera en que te habla. Siento que mi tiempo acá está bien invertido, más que nada por el entrenador que es él.

-D’Elía: Justo tenía esa frase: una sabe que está invirtiendo bien en esta selección. Ahora, tanto el Chapa Retegui como yo vemos las cosas de manera diferente porque estamos más grandes. Cuando me llamó, la charla fue linda: me contó lo que quería hacer y el rol que iba a tener. Hoy vuelvo diferente, porque cuando empecé con él era de las más chicas, luego de las medianas y ahora de las más grandes del plantel. Entonces está bueno el desafío de venir a colaborar y sumarme al grupo desde donde me toque. La idea es sumar a partir de la experiencia y, obviamente, la medalla dorada está todo el tiempo en mi cabeza: en cada pasada, en cada sesión en el gimnasio y en cada día de entrenamiento.

-A veces puede volverse peligrosa la idea de que la medalla olímpica de oro se convierta en una obsesión…

-Luchetti: Es que para mí, la medalla dorada «es» una obsesión. Si no, no estaría acá. A veces les digo a las chicas en los entrenamientos: «Sorry si rompo mucho las pelotas». Pero me volví obsesiva de ganar, del alto rendimiento, de ser la mejor, de entrenarse a full, de ser muy minuciosa en los detalles. Realmente es así: si no fuera una obsesión, no estaría de vuelta en este equipo pensando en que podemos ganar la medalla de oro.

-Cuando formaban parte del seleccionado en la etapa anterior, las dos mostraron también una actitud muy fuerte fuera de la cancha, ante dirigentes y entrenadores. Eso llevó a renuncias y retiros temporarios. ¿Hoy pueden garantizar que va a haber «paz», por llamarlo de alguna manera, para enfocarse exclusivamente en el objetivo deportivo?

-D’Elía: Entiendo lo que piensen de afuera. Pero para mí, decir siempre la verdad es estar en paz, sobre todo conmigo misma. Cuando una es más chica actúa de una manera y con el tiempo hacés una autocrítica y decís: «Uy, quizás no me manejé de la mejor forma». Pero soy una persona convencida de lo que hace y que va a ir siempre para adelante. Si hoy tuviera que afrontar una situación, sería menos impulsiva que hace cinco años, pero no dejaría de demostrar lo que pienso, lo que siento y respetar mis convicciones. Pero tal vez actuaría de manera más pensante, cuidándome a mí y al grupo.

-Luchetti: A mí no me interesa hablar de lo que pasó, ya es parte del pasado: en su momento hablé con la gente que tenía que hablar y con otra no me he encontrado. Fueron momentos distintos a los de hoy y ahora estoy acá para un proceso nuevo; miro hacia el futuro. Ya saqué conclusiones de aquello, hice una autocrítica de todo el proceso, pero ya estoy acá y mi objetivo de hoy es Tokio.

-Hoy representan la generación más grande y ya hay una brecha con algunas de 15 años. ¿Cómo manejan esa diferencia de edad con las que recién se incorporan?

-D’Elía: En nuestro caso es raro porque nosotras somos las que llegamos o nos reincoporamos al grupo. Por lo menos yo tuve que acomodarme a lo que venía haciendo. Pero las más chicas vienen con otra personalidad y son más de llevarse el mundo por delante, que en muchas cosas es mucho mejor que antes. Aunque me siento con Celina Di Santo, que tiene 19 años, y charlamos sin problemas. Yo trato siempre de transmitir lo que en su momento me trasladaron las más grandes, con experiencias y anécdotas. También me gusta escuchar a las más jóvenes para ver cómo se sienten. Eso está bueno porque nutre al grupo.

-Luchetti: Creo que es un intercambio de experiencias. Nosotras hemos vivido muchas cosas como jugadoras y no por eso nos las sabemos todas. Y ellas tienen otros modos, costumbres. Se manejan de otra manera también fuera de lo deportivo, en el ámbito social. Desde nuestra posición sería muy tonto tomar una postura de bajar línea y marcar que las cosas sean de tal o cual manera. A mí me gusta saber cómo ven ellas distintas situaciones porque tienen otra visión. Termina siendo un intercambio permanente y eso está bueno.

-Más allá del bagaje de experiencia, ¿no les dio un poco de miedo saber si iban a estar a la altura en sus respectivos regresos al equipo?

-D’Elía: Sí, obvio. A mí me pasó. Esos miedos me aparecieron en la pretemporada: si me la iba a poder bancar y volver a esa rutina que consiste en vivir para el equipo. La cabeza maneja todo, y aquella semana de enero antes de empezar me preguntaba si podría o no resistir en lo físico, y si iba a estar conectada con el hockey de hoy, que es más dinámico y de mayor roce. Tuvimos un mes de preparación y debutamos en la Pro League contra Bélgica, que dentro de todo fue accesible, aunque lógicamente tenés esa incertidumbre acerca de cómo te vas a sentir. La realidad es que me siento bien, más allá de que estoy más grande y me cuido mucho más en un montón de cosas. Lo disfruto muchísimo y me ayuda a estar de la mejor manera.

-Luchetti: Al momento que acepté volver me puse en función de eso. No sé si era miedo, si no más bien la inquietud acerca de si el cuerpo iba a responder. Cuando nos mandaron el plan fìsico individual en el verano fue duro, pero yo estaba tranquila: era cuestión de venir a la selección, entrenarme y pasar por la prueba de juego. Lo que más me preocupaba era saber si iba a poder soportar este ritmo del día a día. Este modo automático de entrenarse-dormir-comer. Pero estoy tranquila con la decisión que tomé.

-¿Qué notaron de diferencia en cuanto al juego en todos estos partidos de la Pro League?

-Luchetti: El hockey hoy es un juego más físico, se juega pelota por pelota, con una ida y vuelta todo el tiempo. El secreto es jugar bien en las dos áreas, defensiva y ofensiva, y en realidad ya casi no existe la transición de un lado a otro. Antes había más elaboración de juego, ahora es ir y venir, llevar la bocha rápido de tu área a la del rival. Y más todavía con los cuatro cuartos, que todo es más rápido.

-D’Elía: Al no haber tanta elaboración, creo que el juego se volvió más aburrido para verlo, al menos para mí. Ojo, quizás para un espectador le parece mucho más divertido y dinámico. Pero a mí me gusta la elaboración de juego, las jugadoras pensantes, el equipo que sabe a lo que juega. Yo disfruto de ver a Holanda, porque combina su filosofía del hockey con su manera de entender y desarrollar el juego.

-¿Cómo lograron tener los físicos que exhiben ahora?

-Luchetti: Creo que el cuerpo tiene memoria y eso lo comprobamos. Y al tener la cultura del seleccionado, hemos aprendido mucho y nos pusimos en el «modo profesional». Entonces las dos nos cuidamos en cada detalle desde el minuto uno en que nos incorporamos.

-D’Elía: Igual, la vida de selección hace que vos te cuides. Durante estos tres años afuera me cuidé igual, pero cuando el Chapa me dijo «¿empezamos?» me puse en modo seleccionado, como dice Charo. Aparte, en mi caso tenía más temor porque la parte física fue lo que siempre más me costó entrenar. Apenas recibimos la convocatoria, fui a la nutricionista y le pedí: «Quiero estar mejor que nunca». Ahora, ella misma está sorprendida porque estoy mejor que en 2010.

-Luchetti: Si bien podés darte tus gustos, al final el cuerpo te pide siempre que vuelvas a las costumbres sanas. Si ya aprendiste a comer, vas a comer bien. Más que nada por el compromiso de tener un objetivo importante en mente.

-D’Elía: También los años te dan ese conocimiento de tu cuerpo y de tu cabeza. Entonces decís: «Puedo comer todo, pero tengo que ver en qué momento, cuando y qué cantidad». Son ciertos deslices controlados.

-Hasta Río 2016, Argentina tenía una foja impecable de no haber bajado de las semifinales en cualquier torneo desde 1998. Pero tanto en esos Juegos Olímpicos como en el Mundial 2018, el equipo terminó relegado. ¿Sienten que la selección hoy está un poco desplazada en la rama femenina y que hay que remar de nuevo para volver a estar mano a mano con Holanda?

-D’Elía: Hay que cambiar la palabra presión por desafío. Igual a la Argentina se la respeta mucho en el mundo del hockey, más allá de estos años que a todos les tocan, porque Australia y Alemania también lo vivieron.

-Luchetti: Todo el equipo tiene ese deseo de volver y estar entre el Nº 1 y Nº 2 de nuevo: nosotras, que regresamos, y las que están entrenándose desde hace tres años. Vas hablando con las chicas y es lógico: todas quieren ganar y subirse al podio. Este año, los Panamericanos de Lima hay que ganarlos, no hay opción. Pero va a estar difícil porque Estados Unidos ya nos perdió el respeto en Guadalajara 2011 y Toronto 2015. Se la creen y hacen bien en hacerlo.

-Imaginemos que todo sale bien y que llega la gran cita de Tokio 2020. ¿Cómo se ven ustedes en ese momento?

-D’Elía: Todos los días me veo con la medalla dorada colgada y llorando. Lloré en el Mundial de Rosario 2010, pero este llanto en los Juegos Olímpicos sería todo: una medalla ganada, el fin de mi carrera y todos los recuerdos del hockey juntos.

uchetti: No tengo promesas ni juramentos: la promesa es el día a día entrenándome. Cuando no puedo más en un entrenamiento, me imagino que estoy en el último minuto de la final y eso me hace esforzarme un poquito más. Me «invento» imágenes de una semifinal que nos clasifica, para después jugar una final y ganarla. Por suerte, los pensamientos son todos positivos, tratando de dar siempre un poco más.

-D’Elía: Lo mejor de todo es que depende nosotras.

-¿Te parece?

-D’Elía: Obviamente que tenés rivales muy capacitados para ganarnos, pero el Chapa piensa siempre en su equipo, más allá de que respete a los contrarios. Y hace que funcionemos pensando en eso, en nosotras. Entonces si hacemos todo, pero todo lo que hay que hacer, que es mucho, será muy difícil que no logremos nuestro sueño.

-Luchetti: Por eso creo que apostamos bien: el tiempo está bien invertido. Como dice Retegui: «La pelota puede pegar en el palo, salir y perdiste», pero vamos a estar preparadas para pelear en las altas ligas, digamos. Nos entrenamos para ser el mejor equipo del mundo. Vamos a llegar convencidas de que dimos todo y nuestra cabeza estará preparada para ir a la guerra, como fue en el Mundial de Rosario 2010. Para nosotras es nuestra última oportunidad, porque la última parada será Tokio.

Fuente: Gastón Sainz, para La Nación

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